Mhamid y los niños del desierto de Marruecos

Actualización: 5 febrero, 2021

Tras dos días en el desierto todo el grupo de la I expedición de El Club de la Aventura de Atomarpormundo, sin excepción, conseguimos volver sanos, a salvo e inmensamente satisfechos de la aventura. Parecía que era el culmen del viaje pero todavía quedaba una experiencia vital muy importante que íbamos a vivir juntos. En Mhamid, el pueblo natal del padre de Abderrahim, nuestro guía, nos esperaban los niños en la escuela.

Desde el principio, con esta expedición, queríamos hacer mucho más que un viaje al uso con visitas a museos y monumentos. Nuestra propuesta era otra, vivir experiencias y convivir con la realidad de los países que se visitan. Queríamos que fuera un viaje para las personas, exterior, por las maravillas del país, pero también interior.

Escuela en Mhamid

Colegio en Mhamid

En una pequeña aula nos juntamos todos, los pequeños de la escuela y los visitantes. El éxtasis del intercambio cultural y las ansias de conocer lo desconocido creó un ambiente de «bendita locura» en la que los gritos, besos y cánticos fueron los que mandaban. Los profesores, cómplices de esta actividad, nos explicaron el gusto por las matemáticas y la asignatura de electricidad de los más pequeños.

Tras la pequeña calma, que no duró más de un minuto, volvimos a cantar todos juntos. De la mano, con enormes sonrisas, nos mezclamos unos con otros. La emoción embargó a los expedicionarios. Las lágrimas caían por las mejillas de muchos de ellos. Para los que lo organizamos, ver esas imágenes era la consecución de un sueño, hacer que la gente sienta emociones, viva experiencias mientras que conjuga todas las formas del verbo más hermoso de la humanidad, viajar.

Viaje solidario

Antes de marcharnos de Mhamid compartimos con ellos todo el material escolar que llevábamos y jugamos en el patio a juegos populares que no entienden de lenguas, ni culturas ya que son universales. La experiencia dejó tocada a la tropa. La pobreza de unos frente a la opulencia de otros no es evidente hasta que te la ponen frente a sus ojos. A pesar de ellos entendieron que ‘no es feliz el que más tiene sino el que menos necesita‘.

Las emociones y el cansancio acumulado del desierto hacían que a esta hora, justo cuando los niños volvían a sus clases y daban las 13 horas, los expedicionarios bajan la guardia y piden un descanso a gritos.

Volvimos a casa de la familia de Abderrahim en Tagounite y las deliciosas albóndigas de sardina desmenuzada que nos habían preparado para almorzar y el cous cous de la noche nos supieron a gloria.

A la misma altura que la siesta y el posterior baño en un genuino hamman que nos dimos por separado, la mujeres a uno y los hombres a otro. Hoy sí podemos decir que a partir de mañana la vida no puede ser igual que antes. Estamos limpios por fuera y por dentro.

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1 comentario en «Mhamid y los niños del desierto de Marruecos»

  1. Vivir las experiencias y convivir con la realidad de este país, de sus gentes y sobre todo de los niños tiene que ser gratificante.

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